La batalla contra el plástico

El plástico se ha venido produciendo desde los años 50 y hasta aproximadamente el 2018 se han
anunciado iniciativas de reducción de su uso en algunos países del mundo. En El Salvador aún no se
cuentan con medidas regulatorias, ni tampoco con campañas extendidas de recolección y reciclaje.
Desde 1950 se han producido aproximadamente 8,300 millones de toneladas cúbicas de plástico en el
mundo, y solamente el 9% se ha reciclado; el 91% ha terminado en vertederos o cuerpos de agua. La
tecnología ha mejorado, la producción incrementa año con año, y las empresas nos ofrecen cada vez
más productos que nos vuelven la vida más práctica y cómoda, pero que en realidad tienen un impacto
terrible en el medio ambiente.


El impacto es tan grande que entre 8 y 13 millones de toneladas cada año terminan en el océano, a tal
grado que existen ya cinco islas de plástico alrededor del mundo. La isla del pacífico tiene una dimensión
que equivale a tres veces el tamaño de Francia. La Organización de las Naciones Unidas (ONU) indica
que, de continuar así, en el año 2050 tendremos más plástico que peces en las aguas marinas.
El problema con los plásticos es que tardan entre décadas y hasta siglos en degradarse. El tiempo de
degradación depende del tipo de plástico y de las condiciones ambientes a las que se expone (luz del sol,
oxígeno y agentes mecánicos). Cuando este material llega al mar y se expone a la radiación UV del sol
junto con el oleaje, se acelera el proceso de degradación, y como resultado se rompe en trozo más
pequeños llamados microplásticos.


Durante todo este tiempo de degradación, los objetos en el mar causan daños a la fauna marina; los
animales los confunden con alimentos y los ingieren, en otros casos quedan atrapados o sufren lesiones
o la muerte.


Desafortunadamente la cadena no finaliza en los animales del mar, ya que se han encontrado
microplásticos al interior de peces y animales, que posteriormente llegarán a nuestra mesa y después al
ingerirlos, a nuestro organismo.


Todo esto quiere decir que nosotros mismos nos estamos contaminando, todo como resultado de la
cultura de usar y tirar.


Todos podemos actuar a través de nuestro consumo, adoptando sencillas medidas para reducir el uso
de plástico, como cambiar el tipo de cepillo dental y reemplazarlo por uno de bambú; utilizar una misma
botella en lugar de comprar una cada vez que bebemos agua; utilizar vajillas de materiales orgánicos y
reciclables; utilizar bolsas de tela en lugar de bolsas plásticas al ir al supermercado; rechazar el uso de
“pajillas” en los restaurantes. Con todas estas acciones aportamos, y evitamos que más plásticos lleguen
a vertederos y se desplacen a ríos por acción de la lluvia y sobre todo que desemboquen en el mar.

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